Ernesto Heurtley es un poeta a secas —universal—, con todo lo que ello implica, pero sabe muy bien que es un poeta latinoamericano y argentino, y que es porteño. No se escapa, como tal, de su espiritualidad latinoamericana. “Crecí al ritmo de las esquinas y los tangos de mi ciudad, pero emocionándome extrañamente con acordes de una tierra ajena y desconocida —pero también mía— que nacía en la avenida General Paz y se imponía en mi alma con una potencia arrolladora. Ser, no siendo”. En su poesía cabe la soledad, la escasa épica, y la grandeza de las grandes ciudades, tanto como el espíritu estepario de la Pampa Húmeda, la prepotencia del Paraná, y el laconismo que contagia el paisaje de nuestras montañas. Conoce como nadie la esencia de la literatura argentina, trágica y melancólica, hecha por hombres que no buscaron la belleza sino, como él, la verdad. También desdeña, con una admirable pugnacidad, las cuestiones morales, y se refiere a la moral misma como un buen negocio de las minorías dueñas del mundo. 

Para Heurtley, la búsqueda de la verdad tiene connotaciones de conmoción existencial, y construye su poesía, tanto como su narrativa, con el sonido de los destierros —externos e internos—, la soledad y el sentido fatalista de la vida, apoyado en un profundo escepticismo. 

Desde sus primeros poemarios demostró que maneja el ritmo de las palabras como un músico, y que ha buscado con enjundia, su lenguaje. Lo encontró en el poder de síntesis de sus primeros poemas de adolescente, y en los últimos, en los que aparece una búsqueda artesanal de la palabra precisa. En ambos casos se subordinó a la desmesura, y a la potencia presente en toda su obra. En este segundo tomo, su obra poética coincide con la madurez —en 2006, fecha del último poemario “Corona de sangre seca”, cumplió cincuenta y seis años—, y con el tiempo del último estado de bienestar que vivió nuestro país.

 

 Autor:

Ernesto Heurtley

Ernesto Heurtley nació en la ciudad de Buenos Aires en 1950. Estudió Historia del Arte, dibujo, pintura, grabado y escultura y se dedicó durante muchos años a su tarea de artista plástico y a escribir narrativa y poesía. Trabajó en las Universidades de Buenos Aires y Río IV, y fue docente, litografista, imprentero, gremialista, gestor cultural, ase-sor en Educación Artística, muralista, vendedor ambulante por pueblos del NOA, programador radial de música clásica, fundidor y, siempre, militante político. 
Habitó en varias ciudades del Conurbano Bonaerense y en muchos barrios de su ciudad, la que encontramos en casi todos sus textos, pese a que la abandonó, como residencia, a fines de 1995, para mudarse a La Plata. Sostiene que puede escribir sobre Buenos Aires porque no convive con ella.  

Obra poética 2000 / 2006

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Ernesto Heurtley es un poeta a secas —universal—, con todo lo que ello implica, pero sabe muy bien que es un poeta latinoamericano y argentino, y que es porteño. No se escapa, como tal, de su espiritualidad latinoamericana. “Crecí al ritmo de las esquinas y los tangos de mi ciudad, pero emocionándome extrañamente con acordes de una tierra ajena y desconocida —pero también mía— que nacía en la avenida General Paz y se imponía en mi alma con una potencia arrolladora. Ser, no siendo”. En su poesía cabe la soledad, la escasa épica, y la grandeza de las grandes ciudades, tanto como el espíritu estepario de la Pampa Húmeda, la prepotencia del Paraná, y el laconismo que contagia el paisaje de nuestras montañas. Conoce como nadie la esencia de la literatura argentina, trágica y melancólica, hecha por hombres que no buscaron la belleza sino, como él, la verdad. También desdeña, con una admirable pugnacidad, las cuestiones morales, y se refiere a la moral misma como un buen negocio de las minorías dueñas del mundo. 

Para Heurtley, la búsqueda de la verdad tiene connotaciones de conmoción existencial, y construye su poesía, tanto como su narrativa, con el sonido de los destierros —externos e internos—, la soledad y el sentido fatalista de la vida, apoyado en un profundo escepticismo. 

Desde sus primeros poemarios demostró que maneja el ritmo de las palabras como un músico, y que ha buscado con enjundia, su lenguaje. Lo encontró en el poder de síntesis de sus primeros poemas de adolescente, y en los últimos, en los que aparece una búsqueda artesanal de la palabra precisa. En ambos casos se subordinó a la desmesura, y a la potencia presente en toda su obra. En este segundo tomo, su obra poética coincide con la madurez —en 2006, fecha del último poemario “Corona de sangre seca”, cumplió cincuenta y seis años—, y con el tiempo del último estado de bienestar que vivió nuestro país.

 

 Autor:

Ernesto Heurtley

Ernesto Heurtley nació en la ciudad de Buenos Aires en 1950. Estudió Historia del Arte, dibujo, pintura, grabado y escultura y se dedicó durante muchos años a su tarea de artista plástico y a escribir narrativa y poesía. Trabajó en las Universidades de Buenos Aires y Río IV, y fue docente, litografista, imprentero, gremialista, gestor cultural, ase-sor en Educación Artística, muralista, vendedor ambulante por pueblos del NOA, programador radial de música clásica, fundidor y, siempre, militante político. 
Habitó en varias ciudades del Conurbano Bonaerense y en muchos barrios de su ciudad, la que encontramos en casi todos sus textos, pese a que la abandonó, como residencia, a fines de 1995, para mudarse a La Plata. Sostiene que puede escribir sobre Buenos Aires porque no convive con ella.